sábado, 31 de octubre de 2009

Flechas en Mano del Valiente














Como saetas en mano del valiente, Así son los hijos habidos en la juventud.

Salmo 127:4


Este verso me ha dado un retrato muy claro de que tipo de padre Dios quiere que sea. Los valientes que usan flechas se llaman “Arqueros.” Visionándome como un Arquero, y no cualquier Arquero, pero un Arquero del Rey de Reyes, me ha motivado a clamar a Dios por Su ayuda y sabiduría para vivir una vida como un guerrero de Dios.


Entiendo que tengo una misión de suma importancia de parte de Dios. Este verso compara los hijos de nuestra juventud como flechas en mano de un valiente. Como son flechas en mano de un valiente? Un valiente valoriza sus flechas, pues sin ellas no puede cumplir su misión. Sin ellas no es posible guerrear o conquistar a sus enemigos. Sus armas son de gran valor. Las flechas le permiten alcanzar blancos lejanos al ser lanzadas.


Un valiente también conquista, destruye sus enemigos, defiende a los débiles, se defiende el mismo, y entra a la batalla con confianza. Todo esto es posible con el uso de sus flechas que carga muy cerca de el, en su espalda.


Ahora que entendemos que crucial e indispensables son la flechas en mano de un valiente nos podemos preguntar, “Un valiente (guerrero) querrá cuidar, mantener y proteger sus flechas? Claro que si, especialmente si tiene ordenes de un Superior de conquistar y tomar dominio.


Reflexionando en estos pensamientos puedo comprender la comparación de flechas a nuestros hijos. Dios claramente me habla como padre de valorizar mis hijos, de cuidar los, entrenarlos y prepáralos con una visión bíblica. Todo con el fin de un día poder lanzarlos para la Gloria de Dios, preparados y listos para alcanzar el blanco que Dios tiene para sus vidas.


En mis siguientes entradas hablare más específico de las responsabilidades que un valiente (padre) tiene de parte de Dios en su Palabra. También compartiré algunas de mis experiencias en el proceso de entender y poner en práctica lo que Dios en su misericordia me ha ensenado.